Ser equilibrista nunca ha sido fácil. Cuando aún no tenía vértigo me embobaba con las trapecistas, sus saltos, sus vestiditos...No recuerdo cuándo deje de querer serlo, pero lo hice. Y ahora, de vez en cuando, me veo saltando de columpio en columpio sin saber si tengo una red debajo. Hasta que salto sin mirar y aterrizo de pie.-
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